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jueves, 11 de febrero de 2010

Por una pregunta...Una lengua

Si no tienes ni idea de lo que va esto te recomiendo que pases por Aquí: Capítulo 1.

Se agraceden los comentarios que me instan a continuar. Son la inspiración divina que me llena de ideas la cabeza.



Capítulo 2.


“Maldito San Potter” – maldecía Draco en voz alta dando vueltas en el dormitorio de las víboras.

Se había dejado llevar, joder. Tan solo un momento, un insignificante minuto y por eso había vuelto el mundo patas arriba, “Por Merlín, Joder. ¿Y el maldito control?” seguía maldiciendo a la par que andando en círculos por el dormitorio.

Lo que empezó como una pequeña broma contra el santurrón de Potter acabó siendo algo más. Y sus putos ojos verdes no ayudaban en nada, no señor. Tan inocente, sentado con cara de confusión mientras sus manos temblaban y la sangre bajo su piel se arremolinaba en sitios que Draco hubiese jurado que jamás habían sido mancillados por la urgencia del placer. Porque si algo sabía Draco Malfoy es que Potter desnudaba antes su alma que su cuerpo. “Error en todo caso” Seguía cavilando el rubio. Podía leerse cada expresión en su cara y descifrar sus deseos según sus ojos. Ahora que recordaba Draco, la expresión de Harry era de confusión, pero en sus ojos se veía la expectación y la sorpresa, el deseo de saber más, y, como valiente gryffindor que era, no estaría dispuesto apartar la mirada a pesar de tener las mejillas tan coloradas como la falda escocesa de McGonagall.

Draco golpeó la cama en un arrebato de furia.

-Maldito niño-que-vivió-para-torturarme-con-su-inocencia – masculló.

Y aunque la ira iba in crescendo nublando sus pensamientos, los torbellinos de imágenes que rememoraba aparecían con tal nitidez que juraría que podía sentir el fuego del moreno a su lado, ¿o quizás era él el que desprendía demasiado calor?

Tocó su frente para percibir el más ligero aumento de temperatura, una prueba de que todo lo sucedido se debía a que estaba enfermo, quizás incluso de fiebre de dragón. Pero no encontró más calor que en el resto de su cuerpo, eso sí, su frente estaba perlada de sudor, y ahora que escuchaba con más calma oía su agitada respiración.

“Merlín, no aguanto aquí ni un segundo más” – dijo para sus adentros. Y aunque las mazmorras del castillo eran el lugar más frío de todo el castillo, para Draco Malfoy no era suficiente a pesar de estar perdidos en el norte de Inglaterra en pleno invierno. Cogió de mala gana su bufanda y la fue arrastrando todo el camino de la sala común hasta llegar a la puerta. Se paró. ¿Qué tal una ducha bien fría? “Maldito seas subconsciente” Duchas. Conjuntas. Con Gryffindors. Con Potter. El calor o bien le estaba derritiendo el cerebro hasta convertirlo en una fétida masa gelatinosa o bien le hacía pensar todo tipo de sin sentidos que la fría superficialidad slytheriana no le permitía habitualmente. Abrió la puerta enérgicamente y caminó decidido a adentrarse en los helados terrenos del castillo con una sola misión que cumplir: congelarse tanto que su cerebro dejase de ser funcional para no hacer alguna que otra idiotez que concernía a cierto moreno.


Aunque ya era mediodía el sol se asomaba tímidamente y el calor que desprendía no era lo suficientemente fuerte como para descongelar el rocío que se formó al amanecer. El gran lago aun conservaba una capa gruesa de hielo, no plenamente uniforme, pues el calamar gigante lo había fracturado al percatarse de que su hermosa propiedad privada había sido usurpada por viles patinadores. Collin Creevey tuvo que ser llevado a la enfermería por hipotermia. El idiota se dejó arrastrar por el bicho hasta el fondo.

Draco sonrió rememorándolo. Y es que aunque le tachasen de ser un chico serio, él siempre sonreía un par de veces al día, aunque fuese a causa de la desgracia de alguien.

Algunas parejas caminaban cerca del bosque prohibido, probablemente los novios pretendían que sus respectivas novias se asustasen y se abrazasen a ellos. Esta falacia no siempre era cierta, pues muchas veces, algún tipo de criatura salía del bosque y ambos corrían despavoridos. Otras veces, las más humillantes, la mujer hacía alarde de una magia y una entereza impresionante al enfrentarse a dicha bestia.


Aparte de las parejas, grupos de amigos caminaban por los terrenos. Un par de hufflepuffs volvían al castillo después de lo que parecía, una batalla contra un par de mandrágoras. “Hufflepuffs idiotas” –pensó Draco. “¿Quién en su sano juicio ayudaría a Sprout por nada a cambio?”. En las escaleras del castillo, junto a la puerta, un grupito de Ravenclaws repasaba la lección mientras esperaban a la apertura de la biblioteca, y por donde estaba la cabaña guardabosque, tres figuras, dos en la delantera y otra siguiéndolas muy de cerca se distinguían. Rojo y dorado, gryffindors sin duda. Pero no gryffindors cualesquiera, eran el trío dorado, y lo que es peor…Potter.

La comadreja y la sangresucia iban delante.

“Por dios, eran los últimos en enterarse de que se gustaban mutuamente ¿verdad?” –se decía a si mismo el rubio – “¡Bah!, uno idiota como siempre y la otra muy ciega en sus libros como para ver la idiótica mirada del idiota intentando idiotizarla. Harry no era como ellos, él era más perspicaz, por eso se había apartado sutilmente.” –Se cruzó de brazos y sonrió como si hubiese dado el mayor y más inteligente discurso de la historia - “Espera, espera, Draco… ¿Potter? ¿Perspicaz? ¿El inocente potter? Vale, creo que salir solo con la bufanda ha sido demasiado incluso para mí, tengo una parálisis cerebral en ciertas zonas y pienso cosas buenas de Potter. El mundo está por acabarse”

Draco se dispusó a recorrer el perímetro del castillo. Un buen trozo de hierba calentada por el sol no estaría mal, además, tenía que aprovechar que no estaban Crabbe y Goyle para pensar – no en Potter por supuesto – en sus problemas mundanos.

Un par de zancadas y el lago quedó atrás. Ante él se extendían las gloriosas montañas inglesas, un paraje invernal de lo más gratificante. Con las manos en los bolsillos y la cabeza baja, Draco buscaba el perfecto lugar en el cual apoyar su delicado cuerpo. Tanteaba con los pies en busca de barro o algún bicho hasta que por fin lo encontró. Lentamente se echó sobre el verde y dejó que el sol le meciera hasta otra época estacional.

-¡Malfoy! – oyó de lejos.

“Paso de vosotros o vosotras seáis quien seáis” – pensó el rubio haciendo una mueca de irritación.

-¡Malfoy! – volvió a repetir una voz aguda y agitada por la carrera. Sonaba más cerca, así que le tocaría abrir los ojos. Pero no tenía ganas. Fuera quién fuera le iba a ver tan expuesto, tumbado hacia el sol como una lagartija, calentándose y descansando.

Los pasos se acercaron más y con ellos el aroma a césped quedó olvidado. Draco alzó una ceja ante la situación que estaba por venir.

-¿Que desea la princesa en esta hermosa mañana? – preguntó Draco divertido aun con los ojos cerrados y las manos tras la nuca en forma de almohada.

No hubo respuesta, pero la respiración de ese alguien seguía siendo frenética.

-¡Oh, vamos! ¿Te ha comido la lengua una serpiente? – continuó le rubio

A esto tampoco hubo respuesta.

-¿Qué ocurre, Pansy?

-No soy Pansy.

Esta afirmación acompañada de esa peculiar voz hizo que se catapultara hasta estar decentemente sentado y con los ojos bien abiertos, aunque desearía no haberlo hecho.

Ante él estaba la perspectiva de un muchacho muy apetitoso, con la sangre otra vez corriendo por sus mejillas y los ojos brillantes, probablemente provocado por la carrera. Sólo después de admirar al despeinado muchacho se dio cuenta de las dos preguntas que le había dirigido y quiso morir. Sí, Joder. Porque en esas dos preguntas había tanta connotación sexual como para ser censurados hasta los determinantes. ¿No empezó todo esto así, por una pregunta? ¡Ah, sí! Potter lo hizo. Y Draco no pudo pensar nada más ya que Harry se puso de rodillas a su lado y mientras le miraba con fijeza escéptica se lazó hacia él en un desesperado intento por tomar lo que suponía suyo.

Draco estaba perturbado por la situación, aunque Potter había hecho un movimiento brusco y le había empujado contra el suelo y encerrado bajo su peso no había continuado. Maldito león estúpidamente espontáneo que ahora le miraba con esos ojos tan jodidamente verdes y esas jodidamente dilatadas pupilas.

-Tienes voz de niña. Creí que eras Pansy. – Draco sentía que tenía que decir algo brusco, hiriente y demandarle que se quitara de encima de él, pero no le llegaba la fuerza para tal cosa.

-Dudo que Pansy se dirija a ti como Malfoy. A no ser que sea cosa tuya y la ordenes que te llame así incluso a ti.

Ambos tragaron saliva. Se suponía que alguien tenía que decir algo, o más bien, hacer algo. Harry esperaba que la helada mirada de Draco le instara a continuar y Draco se debatía entre desear que Harry fuese más Gryffindor que nunca y demostrase su valentía o ser él mismo más Slytherin y quitársele de encima. Pese a estos pensamientos ambos siguieron en la hierba paralizados.

-Vengo a lo segundo. Y no soy una princesa. – bueno, por algo se empezaba, ¿no? El Gryffindor estaba en esa casa por algo al parecer. Draco rememoró sus preguntas. ¿Qué había venido a lo segundo?

-Eh..

-Sí.

Draco miró a Harry significativamente como aliciente para que continuase hablando y explicandose.

-He venido a que me muerda la lengua una serpiente.

4 Comentarios.:

Robert M dijo...

Koral, de verdad, haz un libro ya... :D

javier dijo...

dios! que bueno! te insto a continuar! xD

PD: me voy al baño...xD

MILOK dijo...

Es un verdadero placer leerte, sigue asi. De El Hombre Con Peor Suerte Del Mundo.

Anónimo dijo...

xDD Me encanta como lo has acabado, esa frase es dios!!