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martes, 20 de diciembre de 2011

Verbos.

Nos pasamos el día preguntándonos...¿Qué somos? ¿Dónde estamos? ¿Qué parecemos? cuando ya tenemos la respuesta. "Ser", "Estar" y "Parecer" no tienen significado léxico, son verbos copulativos.
Con esto ya te lo digo todo, sin decirte realmente nada, porque te miento con cada palabra y entrecruzo el sistema de relaciones para que todo parezca sexual.


Reflexiones filológicas que derivan en sexo, Ko.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Triada

poder1.

(Del lat. *potēre, formado según potes, etc.).

1. tr. Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo.

2. tr. Tener facilidad, tiempo o lugar de hacer algo. U. m. con neg.

3. tr. coloq. Tener más fuerza que alguien, vencerle luchando cuerpo a cuerpo. Puedo A Roberto.

4. intr. Ser más fuerte que alguien, ser capaz de vencerle.


sexo.

(Del lat. sexus).

1. m. Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas.

2. m. Órganos sexuales.

3. m. Placer venéreo. Está obsesionado con el sexo.

dinero.

(Del lat. denarĭus).

1. m. Moneda corriente.

2. m. Hacienda, fortuna.

3. m. Econ. Medio de cambio de curso legal.


¿Que es lo que buscas? ¿La consumación de todo? ¿La triada suprema? ¿Empiezas con algo? Es fácil escalar a la cima desde un vertice.

Puedes vender tu cuerpo por dinero. Sexo = Dinero
Puedes obtener poder a cambio de sexo. Sexo = Poder
Si tienes dinero puedes comprar sexo. Dinero = Sexo
Si tienes dinero cámbialo por poder. Dinero = Poder
El poder te da la fuerza para obtener sexo. Poder = Sexo
El poder te da la fuerza para conseguir dinero. Poder = Dinero.



Poderosas miradas, Ko.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Desinfecciones

Siempre nos acabamos quedando tú y yo disfrutando del frío de la noche. Atrapados bajo la red de estrellas y sin tener la llave que abre el cerrojo que es la luna, pero a mi me da igual, porque bajo el influjo del alcohol puedo sonreír y achinar los ojos y asegurarte que “todo está bien” mientras ese “bien” se aleja y se oye “y allí se hallaba mi obsesión para toda una vida” y yo bajo la cabeza y mi sonrisa se siente amarga y mi boca se torna pastosa.

Ah, la ironía de la vida de la reina del corazón de hielo que busca encontrar su pequeño y congelado corazón ante la atenta mirada del público que tanto la adora por como es. Sé que cualquiera daría lo que pudiera por meterse aunque fuera un minuto en mi piel y salvarse de sus aburridas y monótonas pero felices vidas. La desdicha es interesante, pero la apatía… ¿Qué cojones es? ¿Cómo se siente alguien que en teoría no siente? Supongo que os quedareis sin saberlo, simplemente pensando que lo que no te mata te hace más "fuerte" cuando en realidad esa fortaleza no es más que insensibilidad y una pequeña desinfección de empatía, que hoy en día muchos creen que infecta su sangre cuando en realidad es algo tan básico como la compasión (la cual odio) un falso altruismo que en realidad es egoísmo (que odio aún más) o una simple falsedad de "yo no te pego porque sino me pegas tú y a lo mejor me pegas más fuerte" que bondadosamente y malamente se traduce como "No hagas lo que no quieres que te hagan"...cobardes.

Pero tu sigues casi puro y casi etéreo después de caminar entre las rosas en las que nos criamos y haber sido pinchado por las endiabladas espinas. Te admiro por ello, porque yo odio a las rosas y a los que nunca cayeron más abajo de los pétalos. Aquellos llamados optimistas, que en realidad son ciegos y no tienen tacto, solo un olfato intoxicado por el aroma de las puñeteras rosas. Aún no puedo quitarme las espinas de la piel, tengo las manos llenas y se están introduciendo cada vez más profundo, ahora quien me toque, será pinchado y envenenado de crueldad. ¿Soy capaz de la venganza?

Para Adri

Con muchísimo cariño y afecto sincero, Ko.

sábado, 3 de diciembre de 2011

RNA

Todos empezamos contando la historia de nuestra vida desde el momento en el que nos pusimos una máscara muy pesada de acero con un chaleco a juego que nos hace impenetrables a las flechas sentimentales de hierro.

Todos empezamos contando la historia de nuestra vida desde el momento en el que nos convertimos en actores; una maquina en el fondo apática con un programa que nos hace descargar lágrimas, endurecer nuestra cara de rabia y encandilar al público.

[...]

Podríamos empezar contando desde el día en el que nos volvimos locos y dejamos de confiar en que nos acostaríamos y habría alguien para protegernos durante la noche para hacernos ver otro amanecer. Locura, neurosis...llámalo como quieras pero todos estamos; rotos, descosidos, triturados, desangrados, podridos y hasta incluso muertos. No somos más que seres salvajes domesticados por la sociedad, cachorritos abandonados con sarna a los que nadie se acerca y a los que la soledad se apega recubriendo las heridas con costras que supuran violencia y claman venganza. Yo sigo el principio del placer para no volverme completa e irreparablemente loca...¿cuál es tu excusa? ¿Acaso tienes alguna?


Me he pasado depilándome las cejas y la movida madrileña y Alaska quedan muy atrás. Los Mario Vaquerizos heterosexuales de ayer son los transexuales homosexuales de hoy.

Lametones sanguinolentos, Ko.

lunes, 10 de octubre de 2011

I can't quit you, baby

Te quiero en mi cama, follándome, leyéndome, hablándome, pensando, follándome, besándome, conversando, mordiéndome, sometiéndome, acariciándome, mirándome...


Soy la bola nº8.
Y esa bola se mete la última. O se pierde. Y a nadie le gusta perder.

martes, 6 de septiembre de 2011

Sospechosamente

Un paso más que resuena en las baldosas negras y blancas de esta tienducha de baratijas y que parece una pista de baile de los 60 o el suelo de una cocina de los 70. Todo está lleno de cristaleras y la dueña, tras algunas estanterías, te observa. O más bien te espía.

Obvias su presencia y miras cada estante detenidamente, a veces con curiosidad, otras con pasmosa apatía y a veces hasta con prudencia. Pasas la mano por encima del polvoriento lugar y te detienes. Cachivaches sin sentido. ¿Quién compraría una barra de labios acabada? ¿La venden por partes? ¿Es eso? O esto. Esto es el acabóse. Perdigones de escopeta; ya disparados. No entiendes nada.

Es como si la segunda mano se hubiese convertido en cuarta, y aún así, miras tu mano y tienes ciertos objetos en ellas. No recuerdas haberlos tocado.

De pronto, según te acercas a la sección de ropa, notas una mirada. ¿Otra vez la dependienta? Esperas que no. Es la típica mujer canosa, con el pelo muy encrespado y las piernas muy huesudas que da miedo. Y más cuando te persigue.

Te giras y un hombre te sonríe. Le miras de arriba abajo ¿porqué no? con descaro y le devuelves la sonrisa a la vez que te giras y finges, pobremente, repentina indiferencia. Moreno, algo bajo, barba de un par de días, y un cuerpo esbelto. Te relames ante la visión.

Pasas las manos entre la ropa con cariño y deleite, visualizando que aquello que tocas no es simple ropa, sino el torso desnudo del hombre dubitativo que se encuentra ahora mismo detrás de ti, poderosamente cerca. Oyes su respiración en tu nuca, y la situación, que te afecta sobremanera hace que te gires para encararle. Él vuelve a estar ahí, con la pícara sonrisa y un traje en la mano.

-Disculpe – pronuncia mirándote de manera angelical a los ojos - ¿estaría bien llevar esta corbata con el traje?

Su educación y su pose de niño bueno te llevan a hacer lo impensable.

-El azul es un color muy triste – dices mientras tocas la corbata y te acercas a él – Le vendría mejor otro color…rojo.

-¿Rojo? – pregunta él sorprendido a la par que divertido mientras se esconde tras una pared para, probablemente buscar algo rojo o un probador. ¿Probadores? …

-Sí, ya sabes, rojo, amarillo, naranja…colores cálidos. Calientes – pronuncias despacio a la vez que te acercas al lugar donde desapareció con una desfachatez impropia en ti.

Cuando vas a girar en esa pared un brazo sale de la nada y te agarra de la muñeca para dar un fuerte estirón que hará que te tambalees muy cerca del hombre. Inspiras. Espiras. Ojos oscuros y una premura por subir las escaleras al fondo del pasillo.

La tienda no se acaba, subes un piso, dos, tres y te preguntas a dónde irás, pero no a qué porque eso bastante claro está. Un par de pisos más y ya visualizas un castillo en lugar de una tienda, y es que subís, subís y subís por escaleras de la piedra más gris y la humedad más fiera. ¿Una azotea? ¿Aquí?

Pero no, no es una azotea, sino un largo pasillo con línea de señoritas de la noche que protegen celosamente la puerta ante la que están colocadas. Es como el pasillo de un motel barato, con la alfombra de pelo llena de migas y las puertas llenas de muescas, y claro, una prostituta en cada habitación.

-¿Cuál te gusta? – me pregunta sobre el hombro derecho.

Y tú le coges la mano como si fueseis una pareja que observa los filetes más jugosos en el mercado de la esquina.

-Cualquiera que puedas imaginar. Para nosotros. Para ti.

Cautelosamente te separas de él y caminas lentamente, pasando delante de cada señorita.

La primera es una mujer negra, alta y esbelta, con un cuerpo imponente y una pose desafiante arruinada por una cara embadurnada en el más colorido maquillaje. Parpados azul celeste y labios y mejillas de un rojo pasión. Llama la atención, de eso estás segura, pero no de una forma provocadora, sino escandalosa. Como un payaso travesti.

La miras desafiante por dos segundos y sigues el camino.

La chica número dos es asiática y parece muy, muy joven. Y su uniforme de colegiala no ayuda a hacerla pasar por alguien de más de quince años. Antes de seguir examinándola apartas la visión de unos dulces pero falsos ojos acostumbrados a embaucar al cual la mire más de dos veces. No es mi estilo.

Mi siguiente chica parece tímida. Esconde su bello rostro tras un abanico floreado que aún así, deja ver su rostro perfectamente maquillado. Es la percha de un vestido de cocktail beige con lentejuelas doradas que refulgen y la dan luminosidad.

-Eres muy bella e irradias fuerza –dije a mi chiquilla - ¿Crees que nos lo pasaríamos bien con ella? – le pregunté a mi fingida pareja.

La mujer y el hombre rieron. Ambos con el mismo tono.

-No sabía que los travestis eran tu tipo, pero si te gusto yo, es lógico que te guste él.

Y finalmente, tras rechazar otras tres candidatas llegamos a ella.

Menudita, pelo corto y mirada oscura; oscura y caliente como el chocolate. Parecía frágil pero sus ojos gritaban “peligro, que muerdo”.

Vestía una camiseta blanca de tirantes holgada y unos pantalones ceñidos a sus curvas.

Y lo mejor, unas botas negras de cuero jodidamente altas y endemoniadamente apretadas.

-Me gusta esa – sentenció el hombre

-Pues claro que le gusto- respondió con descaro – pero lo que más me importa es si le gusto a ella.

[…]

lunes, 18 de abril de 2011

Prejuicio Neutral

Prejuicio neutral

Los prejuicios lingüísticos

Jesús Tuson Valls

Traducción por Jesús Tuson Valls

Octaedro. Barcelona, 2010

130 páginas

ENSAYO. El Catedrático de la Universidad de Barcelona, y miembro y fundador del departamento de lingüística de esta, Jesús Tuson, ofrece una traducción de su libro Mal de llengües (catalán) desarrollada por él mismo, con afán de mantenerse fiel a su escritura cuando se requiere y dándose también una libertad léxica propia de alguien plurilingüe. Probablemente, siguiendo las teorías de Chomsky y Jakobson ha brillado como autor de otras obras como El luxe del llenguatge (El lujo del lenguaje). Valorado positivamente como docente y ahora como escritor de ensayos, el autor, redacta y replica todas aquellas obcecaciones y convencionalismos negativos que se tienen sobre las lenguas intentando liberarse de ellos y arrojando un poco de luz sobre la confusión que estos causan haciéndonos raciocinar.

Mediante capítulos, Jesús Tuson, enumera los distintos prejuicios que hay contra las lenguas; desde su dificultad de aprendizaje, pasando por su evolución, mencionando escalofriantes cifras en relación a sus hablantes, ejemplificando con léxico y gramática de lenguas, hasta ahora desconocidas para muchos e incluso aludiendo a aquellos prejuicios que derivan de razones políticas.

La subjetividad y las malas enseñanzas hacen que afloren opiniones sin fundamento o no bien pensadas. “El japonés es muy difícil” – puede decir un español. Un chino probablemente le replicaría que el japonés es más fácil que por ejemplo, el francés. Pero ninguna de estas opiniones goza de verdad alguna, pues las lenguas son independientes, y el aprendizaje es cosa de un individuo, y no de un colectivo siquiera. Para medir la dificultad habría que replantearse la inteligencia de cada ser y sus métodos de aprendizaje, y la lengua madre que habla.

“Las lenguas indoeuropeas están más evolucionadas que las africanas” – podría sentenciar un italiano. Esta afirmación tampoco tendría nada de cierto, puesto que cada lengua cuenta con la gramática y el léxico que le es necesario a los hablantes, y porque las lenguas khoisan no tengan un léxico para hablar de química eso no es motivo para menospreciarlas y tampoco a sus hablantes.

Argumentos como estos, con ejemplos a la altura de nuestro más básico entendimiento, el autor, continua su defensa por mantenerse neutral y objetivo.

Quizás, pensando ahora en retrospectiva sobre la lectura de este libro, la analogía más poderosa e impactante sea aquella que se hace entre las lenguas y las especies en extinción. Hay cerca de dos mil lenguas que corren el peligro, por innumerables motivos –entre ellos la muerte de los hablantes por la vejez, desastres naturales o guerras- de desaparecer, y con ellas provocar un vacío en la cultura que conforman.

Frente a lo que podríamos pensar, este ensayo no es solamente una recopilación de prejuicios, sino una sucesión de metáforas y comparaciones que nos hacen llegar a entender el punto de vista tan neutral de Jesús Tusón para con las lenguas, condenando los prejuicios que llevan a la extinción de idiomas y al rechazo de naciones, pueblos y personas. Es una oportunidad para lograr conseguir esa objetividad de la que nadie se salva y ser convencido, mediante este experto, de que la hegemonía lingüística de la lengua propia no es ni más ni menos que una burda mentira camuflada por las naciones, y que lengua no es igual a nación. Al igual que un mayor número de hablantes no es igual a una lengua más rica, evolucionada o fácil. Y que ni siquiera los lingüistas se libran de los prejuicios. Libro recomendado a los políglotas y a aquellos monolingües con alguna lengua repudiada pues nunca es tarde para un cambio de opinión correcto. Coral Adán.

lunes, 4 de abril de 2011

Babe, I'm gonna leave you

Robert es un gran amigo. Me susurra al oído “Babe I’m gonna leave you” mientas Jimmy ronronea y asiente a su lado apoyándole en esta decisión. Yo niego con la cabeza a la luz y a los sonidos, en una especie de trance mientras mi boca se tuerce en una mueca triste y desfigurada. Doy una calada ensimismada.

Robert continua, me lo repite varias veces.

Baby, i’m gonna leave you.

Me dice que lo sé. Y es verdad. Pero sigo negándolo. Mi cabeza se ladea lentamente en el vaiven que Jimmy produce con su guitarra.

Robert va un paso más allá. “Te voy a dejar. Cuando llegue el verano”. Y ante mi seguida negación Jimmy da el toque que me saca del trance. Se enfurece. Robert también. Puedo sentirlo dentro de mí. Aunque mi cabeza diga “no”.

Estoy entre algodones y terciopelo. Pero duele. Me duele esa comodidad física mientras se me parte el alma al ver la dorada luz que se proyecta en mis amigos. Es verano. Ha llegado el momento de la…despedida.

Puedo verles completamente, pero sé que ellos a mi no. No soy más que una silueta agazapada en la oscuridad. “There’s no hikari pour moi” dice mi piel. Frío, siento en mi sangre.

Pero no pararán hasta que me haya sumido en la más profunda y tenebrosa oscuridad. Porque son mis amigos.

Con piedad paran los gritos agónicos e iracundos. Vuelven a hacerme entrar en razón mediante la seriedad y la compasión. “No estoy bromeando, mujer”.

Porque ya no soy su Baby. Debo afrontarlo como una adulta.

Ya casi estoy rota, solo debe forzarlo un poco más. Aunque deseo que me grite pues esta serenidad melancólica no hace más que arrancarme silenciosas y cálidas lágrimas.

Y en mi debilidad vuelven al ataque con recuerdos y promesas de un mañana que son como alcohol en las heridas. “Pero ahora tengo que irme” me vocifera desgarradoramente. Jimmy profundiza en el dolor. Jimmy es la fuerza de Robert. Jimmy es mi demonio y mi verdugo y ha dictaminado la sentencia.

El cigarro se sigue consumiendo, lamiéndose hasta morir. Apagándose esa pequeña luz que me separaba de la locura. Pronto penetrará en mí.

“That's when its calling me back home...” - sus últimas palabras. Dulces y venenosas.

Jimmy termina el trabajo sucio y me remata con toda la suave compasión que no me merezco.

viernes, 11 de marzo de 2011

Perra

A veces pienso que debería ser una perra.

Sí, un pequeño animal de compañía que mueve el rabo cuando su amo llega a casa y le salta a las rodillas gimoteando por una caricia en el cogote y quizás, si este se siente amable, un par en la barriga. Debería encantarme que me rascasen la barriga y tumbarme panza arriba, con la patas encogidas y los negros ojos brillantes como gotas de aceite oscurecidos por las pupilas dilatadas a causa de la excitación del momento.

Debería agachar las orejas cuando mi amo me acercase un par de sobras a la boca para devorarlas con rapidez y rozarle con mi pequeña nariz húmeda y lamer sus manos como agradecimiento. Besar, si se quiere llamar así.

Debería estar pendiente a todo movimiento que este hiciese y salir corriendo cuando su mano, con una pelota en ella, vacilase de derecha a izquierda. Sí, supongo que debería.

Pero no soy una perra.



Soy un gato.

Sí, ese pequeño animal de compañía que mueve el rabo altanero y se pavonea como dueño de la casa.

Soy un gato y me tumbo donde me place y si se acercan me erizo y bufo, protegiendo la propiedad privada a la que me creo con derecho. Mi lengua áspera solo

sirve para relamerme con la comida que yo misma cazo y peinar el pelaje que me protege. Ni saludo ni me importa mi amo, solo cuando tiene una lata de atún entre las manos.

Sí, soy un maldito gato; aunque sé que debería ser una perra.

No rehuyo tu presencia. Soy así.

Igual que Hitler era nazi.

Supongo que debería decirte algo como “lo siento”, pero es que en cuanto te acercas solo me sale reírme y decirte un seco “no”.


martes, 1 de marzo de 2011

Lo perdí

Cógeme en tus brazos,
dime que me protegerás
y mírame a los ojos
pero no me pares de besar

Recuerdo mi amargura y desánimo al pensar que te había perdido; que el sentimiento que me producías se había desvanecido. Que quizás, ese sentimiento, se podía trasladar a otro ser tan mágico como tú; pero eso era la esperanza hablando, no mi corazón ni mi razón. Y es que, dejar marchar a tu musa es algo desgarrador. Es obviar tu instinto animal, ese que la musa tanto sabía apreciar. Son embaucamientos que ignoran a la razón y trascienden lo sexual.

Yo solo quiero que esa inspiración vuleva a mi ser. Que esa maldita, despiadada y adúltera inspiración se arrastre ante mí, besándome los pies y jurándome no volverse a marchar. No me va a engañar. Quiero que esto sea una simple migración. Nada más que una estación rápida donde los trenes pasan cada minuto aunque no haya nadie que opte por subirse. Que no es una estación fantasma, que estoy yo; esperándote para montar juntos hasta el más allá.


Estoy en huelga de escritura hasta que mi musa no vuelva…Yo...tengo esperanza.


lunes, 21 de febrero de 2011

Cuando creía. Cuando creo. Cuando creeré.

Me creía un metal que con tu calor se fundía pero…

Por más que intentaba ignorarte tú acababas por oxidarme con la fricción de tu arrogancia. Tu petulancia electroquímica que me neutralizaba con sonrisas galvanizadas con niñería. El ácido de tu olor simplemente me laceraba la piel que liberaba sangre al entorno a cambio de oxígeno que beber.

Que en su día me dibujé una sonrisa con un cuchillo y la mantuve con tachuelas. Me grapé los parpados a las cejas para continuar mirándote. Y acabé corroída como cualquier metal, carcomida como la madera y apuñalada como una humana.



Me creo una humana herida y perdida pero…

Hoy me posee un analgésico del que dependo como la droga que es. Al principio poco porque aún me creía metal, pero, según avanza el tiempo más rota y erosionada me siento. Más humana.

Esta droga se toma vía oral, cutánea e intravenosa. Se introduce por las heridas y cicatrices. Por los poros y los orificios. Y se queda dentro.

Todo es ya indoloro.



Creo. Como todo.

martes, 15 de febrero de 2011

Súbitamente



Delirios que se calman,
en el frío de la calle,
dos amantes que claman,
porque el otro no se calle.

Susurros al oído,
que resuenan en el pecho,
calor que no se ha ido,
que prefiere a los sin techo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Blah Blah

Quiero saborear tu cuello, degustar tu mandibula y hacerte temblar bajo el peso de mi cuerpo desnudo y caluroso. Te haré que vuelvas a mí como un perro rabioso. Porque añorarás mi olor, mi sabor, mi calor... Desatarás en mí toda tu pasión, tan masculina, tan inteligente, tan atrayente, que caeré. Y me dejaré someter. Gemiré de placer.

I hate trains.

¿Sabeis que es lo que más odio de cada día? ¿Casi más que levantarme de la cama, salir de la ducha en invierno o el sonido del despertador? El viaje en tren.
Adoro ir en tren. Odio ir en tren en hora punta y creo que esta aclaración es de las menos estúpidas que he hecho.


Odio a los que no esperan a entrar y antes de que el tren frene ya están dandole al botón desde afuera, cuando aún se ve gente dentro que NECESITA bajar para que se puedan subir los demás.
A los que meten codo y se cuelan como si de un concierto se tratase.
Odio a los que se bajan del tren agarrandose a la barra y tardan tanto.
Odio al gilipollas de la bici.
Al imbécil que me mira de los pies a la cabeza, sin ningún tipo de reparo.
A la señora que se escandaliza cuando llevo Pantera o Slipknot a toda hostia.
A los que a pesar de estar atestado de gente leen el periódico como si estuvieran en el puto baño de su casa.
A los que te ponen el culo en la cara cuando vas sentado.
A esos idiotas que creen que cambiandose de vagón encontrarán menos gente.
Aquellos que se agarran a la barra lateral y te encierran contra las puertas y tienes que olerles el sobaco.
A las que preguntan ¿te vas a bajar? - No señora, pero el vagón está tan lleno de gente que no tengo otro puto sitio en el que ponerme que delante de la puerta, deje de joder que le da tiempo a salir.
A todos esos hijos de puta que se apiñan contra la puerta en atocha ¡coged el tren antes y dejad de arrollarnos que en atocha nos bajamos todos!

Panda de gilipollas.

También odio a los maquinistas, no os creais importantes viajeros de RENFE en hora punta. Aunque se bajen 300 personas más en cada parada, el maldito tren va más rápido a las 8 de la mañana que a las 4 de la tarde.

miércoles, 26 de enero de 2011

¿Vale? Pues mira, no.

-¿Vale?

-Pues mira, no.

Y se quedaron en silencio desafiándose con la mirada. Ninguno iba a ceder en esto, eso estaba claro. Que John era gilipollas lo sabía todo el mundo y el muy cabrón siempre llevaba la razón. Situación incómoda donde las hubiese, esas en las que la gente desea que alguien grite o llore o muestre alguna otra emoción que no sea el absoluto odio y repulsión.

[…]

Sacó un cigarrillo e intentó sin éxito encenderlo. Volvió a girar la piedra y una chispa iluminó brevemente su cara dándole un aspecto amenazador. Suspiró y los labios se separaron un poco; otra vez se le habían quedado pegados al cigarro. Lo sacó de su boca y masculló un “joder” sacando los dientes para mostrar su enfado.

-Que te calles…

-La puta boca, sí, sí – continuó él con desgana la frase que lentamente le decía el muy imbécil de Jack.

Porque era un idiota redomado, de esos cabezones que se emperran en que su egoísmo está justificado y tienen pataletas si algo no sale según lo previsto en su mundo optimista y multicolor. Aquellos que le echan la culpa a otros asuntos y no miran su propio culo. Joder, eso a John le daba por culo de sobremanera.