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jueves, 22 de abril de 2010

Sandwich

Me aventuro a creer que he dado con el problema de la humanidad. No, no son como dice Evo Morales los pollos genéticamente alterados con hormonas femeninas que producen calvicie y homosexualidad. Que vá. Tampoco es saber por Belén Esteban que vivimos en la Edad Moderna (que empieza con la aparición de la escritura...¿o era la Edad Media?)

Son los Sandwiches.

Generalmente en el fatídico momento que te das cuenta de que te ruge el estomago por un antojo te alegras. Porque eres una de esas personas que suele tener hambre, y no sabe de qué, pero que si le preguntan que si quiere algo se pone tiquismiquis y acaba por rechazar cualquier cosa.
Esa felicidad dura poco, pues normalmente estás o bien viendo la tele en el sofá tumbado medio amodorrado aún de la comida, o bien sentado en el ordenador. Es en ese momento cuando te planteas ¿merecerá la pena el viaje a la cocina? ¿Tanta hambre tengo? Y haces un balance entre pros y contras. Suelen ganar los pros, incluso para los vagos, porque todos conocemos la atrayente fuerza que tiene la nevera y que nos impulsa a ir en su busca varias veces "sólo para ver lo que hay sabiendo que no hay nada".
Hoy quieres un sandwich vegetal. Más bien un monstruoso y genéticamente mutado sandwich que de vegetal acaba teniendo poco, pues mientras los relámpagos se suceden y los truenos crean una atmósfera fantásmagorica, en la habitación de al lado el Dr. Frankenstein crea vida mientras tu en tu cocina preparas tu sandwich.
Coges lo esencial, dos rebanadas de pan bimbo (por si no lo habíais pillado me pagan para hacer publicidad) sacas la mahonesa, un tomate y una hoja de lechuga. No contenta con un sandwich así rebuscas por la nevera y piensas: "Ya que soy omnivoro..." Y te lanzas sobre los tranchetes de queso, la pechuga de pavo y porqué no, la tortilla francesa que ayer no te comiste en la cena.
Cuando tienes todo sobre la mesa sale el cocinero y el químico que todos llevamos dentro. La primera regla que todo el mundo debe saber, es que el tomate jamás puede ir sobre el pan, o sino acabarás comiendote gazpacho con migas. Tras sopesar que la lechuga y el queso hacen de barrera protectura contra la humedad extiendes una fina capa de mahonesa sobre el pan. No lo bastante como para humedecerle, sólo para darle un toque suave. Después del químico sacas al arquitecto y comienzas: en una rebanada lechuga, al igual que en la otra, la simetría es fundamental. Luego las rodajas de tomate, sal, encima pavo, luego queso, y por último la tortilla, y acabas por juntar las dos mitades que tienen los mismos ingredientes, salvo la tortilla que es compatida. Te sientes un genio, no comprendes como puedes suspender en clase.

Y aun así, hay más hueco en tu cerebro para más genialidad, pues determinas que el tomate, aunque ya no supone un peligro para el pan, te pringará a ti, y las servilletas de papel no se usan como paraguas. Coges dos servilletas, papel albal (también hago publicidad de ellos) y vistes tu sandwich, pero no del todo, ya que sabes que es un poco putón, así que dejas que la mitad sea visible, no más, que eso es de zorras.
Y voilá...


Tras comer el sandwich siempre ocurren dos cosas:

Too much or not too much? That's the question!

En cuanto a mi...yo me he quedado con hambre.



Aun hambrienta y pensativa, Ko.

3 Comentarios.:

Anónimo dijo...

Hagase otro monstruoso sandwich.
Pd: Por tu culpa he ido a la nevera ¬¬

javier dijo...

que bien, es una actualización sin sentido. Esas son mis preferidas xD

Ce dijo...

me ha entrado hambre leyendo tu entrada xDD creo q me hare un bocata tambine xD