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jueves, 16 de diciembre de 2010

Cuánto dura cuanto

Cuánto dura cuanto

Cuando nos aproximamos a un libro de poesía como el de María Eloy-García, debemos, primeramente vaciar la mente, en caso de que se pueda, de toda idea de poesía que tengamos. Sobretodo si por poesía entendemos versos que rebosan amor y palabras cultas.

Y esto es comprensible al observar la portada; lavadoras, neveras, carritos, batidoras… Cosas mundanas en la portada de un libro de un género tan desechado por la juventud al parecer tan abstracto y secretista o quizás más similar a un jeroglífico del periódico que te enerva al no poder descifrarlo. Todos estos objetos semi antropomórficos con brazos que están oponiéndose a esa figura, ni masculina ni femenina porque María Eloy-García aboga por una neutralidad

No se puede evitar pensar en Quevedo al ver esta temática, pues quién olvidará su poema “A una nariz” y esa fina ironía que María Eloy-García también usa. Y aunque aquí acaben las comparaciones, no por ello peor es “Cuánto dura cuanto”, pues el estilo de María Eloy-García se convierte en suyo propio como demuestra al exponer su gran sabiduría ante estos temas tan dispares como son las neveras, la teoría de Plank o la vecina del tercero b. Pero no sólo se trata de utilizar temas mundanos para hacer poesía, sino que ella va más allá e introduce un punto filosófico mientras juega con las palabras y te deslumbra con esa estética tan clara. Un grato recurso que utiliza muy hábilmente la autora es jugar con la polisemia de las palabras. Quizás, uno de los poemas en los que más puede apreciarse esto sea en “La peluquera”, donde encontramos versos como “la permanente rizada del tiempo / entonces la peluquera no pudo cepillarse / al encargado de la pequeña empresa de su vida”

La estructura del poemario responde a cuatro partes; la primera llamada “El ciclo de hipermuriel”, la segunda, “Transverberación de la vecina”, la tercera “La puerta de Magritte y por último el epílogo seguido de un poema fotonovelado.

Nada más comenzar la lectura de “El ciclo de hipermuriel” se nos puede venir a la cabeza la canción “Disfraz de tigre” del grupo Hidrogenesse. Es como si los poemas fueran a la par de esa canción tan Indie con un ritmo propio, como los poemas, pero sin ser pegadizo del todo, un tanto pasivo y repetitivo, como Muriel. Muriel que tiene tantos trabajos; cajera, reponedora, carnicera, charcutera, encargada… que expresan con frivolidad la búsqueda de una identidad, como la protagonista de la canción, que es desde un vocoder a un disfraz de tigre. Y todo esto no es más que un juego, como el propio titulo “hipermuriel” una sucesión de trabajos en un hipermercado. Una brillante colección de poemas que acaba con la imagen de un ticket de la compra. Y obviamente, te atendió Muriel.

Al llegar a la segunda parte del poemario nos encontramos con un big bang de ideas y de conocimientos. El primer poema versa sobre filosofía, algo escondido tras una sopera mitificada.

“Cuánto cuanto” es una forma de explicar la teoría de plank jamás imaginada, incluyendo fórmulas y que hace recordar a los amantes de las ciencias chistes como “¿Cómo suena un electrón cuando cae? Plank”.

Transverberación de la vecina, que da título a este bloque es como un balde de agua fría sobre la cabeza del ama de casa que no piensa más allá de cuánto han subido los tomates.

Relacionando así, la ciencia, una peluquería, la filosofía y un patio de vecinos se llega al poema cúspide de este bloque y que luego es el poema fotonovelado del final del libro: “El bien inmueble” que es quizás, uno de las mejores del libro.

Es un poema cautivador que describe a los vecinos por pisos a los que designa un nombre o un adjetivo y al que todos, probablemente cambiando la numeración de los pisos en caso de vivir en un bloque, nos podemos sentir vinculados de alguna manera; estando la timidez en el quinto, en el noveno la veneración compartiendo piso con la envidia y en el octavo, el tiempo, que irónicamente se quedó encerrado en el ascensor.

Pasando a la tercera parte encontramos reflexiones del día a día, que si bien no hemos pensado en ellas antes, es hora de hacerlo tras la lectura de los poemas. Esta tercera parte comienza con “Sobre la espera”, poema que al acabar nos clarifica esa cadena, fila o cola de la vida en la que nos sucedemos como primeros y últimos, pasandonos una esfera llena de espera.

En “la otra óptica” se habla realmente de la otra óptica, en un poema cuyas palabras, sí bien no están buscadas y colocadas al milímetro, lo parece.

En “Los límites” se vuelve a jugar con la ciencia -esta vez las matemáticas- dejando atrás las teorías físicas y la biología de los organismos del cámbrico, con una pincelada de romanticismo científico que nos hace recordar la relación simbiótica expresada matemáticamente como: Hongo + Alga = Liquen. Siendo Liquen = Amor. Sólo que en este poema hay más paralelas y límites que “tienden” en todos los sentidos de la palabra, la cual es clave para el poema.

“La gran prostituta” es un poema divertido y crítico que mezcla prostitución, cristianismo y algo de ciencia que dan lugar a versos tan magníficos tales que “Cinco mil por la luz / diez mil y un completo de verdad y conocimiento”.

Y el poemario acaba con un epílogo que recoge el poema “La ranura” seguido del poema fotonovelado.

La frase que resume todo este brillante poemario es: “Porque aunque ya esté todo dicho, hay mil formas de decir lo mismo”.

2 Comentarios.:

María A. dijo...

e.e ahora la mía me parece mediocre

María A. dijo...

Nada nada, se nota que tú has entendido el libro como había que hacerlo, yo he parafraseado lo que he podido.