Siempre nos acabamos quedando tú y yo disfrutando del frío de la noche. Atrapados bajo la red de estrellas y sin tener la llave que abre el cerrojo que es la luna, pero a mi me da igual, porque bajo el influjo del alcohol puedo sonreír y achinar los ojos y asegurarte que “todo está bien” mientras ese “bien” se aleja y se oye “y allí se hallaba mi obsesión para toda una vida” y yo bajo la cabeza y mi sonrisa se siente amarga y mi boca se torna pastosa.
Pero tu sigues casi puro y casi etéreo después de caminar entre las rosas en las que nos criamos y haber sido pinchado por las endiabladas espinas. Te admiro por ello, porque yo odio a las rosas y a los que nunca cayeron más abajo de los pétalos. Aquellos llamados optimistas, que en realidad son ciegos y no tienen tacto, solo un olfato intoxicado por el aroma de las puñeteras rosas. Aún no puedo quitarme las espinas de la piel, tengo las manos llenas y se están introduciendo cada vez más profundo, ahora quien me toque, será pinchado y envenenado de crueldad. ¿Soy capaz de la venganza?
Para Adri
Con muchísimo cariño y afecto sincero, Ko.
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