Recent Posts

martes, 6 de septiembre de 2011

Sospechosamente

Un paso más que resuena en las baldosas negras y blancas de esta tienducha de baratijas y que parece una pista de baile de los 60 o el suelo de una cocina de los 70. Todo está lleno de cristaleras y la dueña, tras algunas estanterías, te observa. O más bien te espía.

Obvias su presencia y miras cada estante detenidamente, a veces con curiosidad, otras con pasmosa apatía y a veces hasta con prudencia. Pasas la mano por encima del polvoriento lugar y te detienes. Cachivaches sin sentido. ¿Quién compraría una barra de labios acabada? ¿La venden por partes? ¿Es eso? O esto. Esto es el acabóse. Perdigones de escopeta; ya disparados. No entiendes nada.

Es como si la segunda mano se hubiese convertido en cuarta, y aún así, miras tu mano y tienes ciertos objetos en ellas. No recuerdas haberlos tocado.

De pronto, según te acercas a la sección de ropa, notas una mirada. ¿Otra vez la dependienta? Esperas que no. Es la típica mujer canosa, con el pelo muy encrespado y las piernas muy huesudas que da miedo. Y más cuando te persigue.

Te giras y un hombre te sonríe. Le miras de arriba abajo ¿porqué no? con descaro y le devuelves la sonrisa a la vez que te giras y finges, pobremente, repentina indiferencia. Moreno, algo bajo, barba de un par de días, y un cuerpo esbelto. Te relames ante la visión.

Pasas las manos entre la ropa con cariño y deleite, visualizando que aquello que tocas no es simple ropa, sino el torso desnudo del hombre dubitativo que se encuentra ahora mismo detrás de ti, poderosamente cerca. Oyes su respiración en tu nuca, y la situación, que te afecta sobremanera hace que te gires para encararle. Él vuelve a estar ahí, con la pícara sonrisa y un traje en la mano.

-Disculpe – pronuncia mirándote de manera angelical a los ojos - ¿estaría bien llevar esta corbata con el traje?

Su educación y su pose de niño bueno te llevan a hacer lo impensable.

-El azul es un color muy triste – dices mientras tocas la corbata y te acercas a él – Le vendría mejor otro color…rojo.

-¿Rojo? – pregunta él sorprendido a la par que divertido mientras se esconde tras una pared para, probablemente buscar algo rojo o un probador. ¿Probadores? …

-Sí, ya sabes, rojo, amarillo, naranja…colores cálidos. Calientes – pronuncias despacio a la vez que te acercas al lugar donde desapareció con una desfachatez impropia en ti.

Cuando vas a girar en esa pared un brazo sale de la nada y te agarra de la muñeca para dar un fuerte estirón que hará que te tambalees muy cerca del hombre. Inspiras. Espiras. Ojos oscuros y una premura por subir las escaleras al fondo del pasillo.

La tienda no se acaba, subes un piso, dos, tres y te preguntas a dónde irás, pero no a qué porque eso bastante claro está. Un par de pisos más y ya visualizas un castillo en lugar de una tienda, y es que subís, subís y subís por escaleras de la piedra más gris y la humedad más fiera. ¿Una azotea? ¿Aquí?

Pero no, no es una azotea, sino un largo pasillo con línea de señoritas de la noche que protegen celosamente la puerta ante la que están colocadas. Es como el pasillo de un motel barato, con la alfombra de pelo llena de migas y las puertas llenas de muescas, y claro, una prostituta en cada habitación.

-¿Cuál te gusta? – me pregunta sobre el hombro derecho.

Y tú le coges la mano como si fueseis una pareja que observa los filetes más jugosos en el mercado de la esquina.

-Cualquiera que puedas imaginar. Para nosotros. Para ti.

Cautelosamente te separas de él y caminas lentamente, pasando delante de cada señorita.

La primera es una mujer negra, alta y esbelta, con un cuerpo imponente y una pose desafiante arruinada por una cara embadurnada en el más colorido maquillaje. Parpados azul celeste y labios y mejillas de un rojo pasión. Llama la atención, de eso estás segura, pero no de una forma provocadora, sino escandalosa. Como un payaso travesti.

La miras desafiante por dos segundos y sigues el camino.

La chica número dos es asiática y parece muy, muy joven. Y su uniforme de colegiala no ayuda a hacerla pasar por alguien de más de quince años. Antes de seguir examinándola apartas la visión de unos dulces pero falsos ojos acostumbrados a embaucar al cual la mire más de dos veces. No es mi estilo.

Mi siguiente chica parece tímida. Esconde su bello rostro tras un abanico floreado que aún así, deja ver su rostro perfectamente maquillado. Es la percha de un vestido de cocktail beige con lentejuelas doradas que refulgen y la dan luminosidad.

-Eres muy bella e irradias fuerza –dije a mi chiquilla - ¿Crees que nos lo pasaríamos bien con ella? – le pregunté a mi fingida pareja.

La mujer y el hombre rieron. Ambos con el mismo tono.

-No sabía que los travestis eran tu tipo, pero si te gusto yo, es lógico que te guste él.

Y finalmente, tras rechazar otras tres candidatas llegamos a ella.

Menudita, pelo corto y mirada oscura; oscura y caliente como el chocolate. Parecía frágil pero sus ojos gritaban “peligro, que muerdo”.

Vestía una camiseta blanca de tirantes holgada y unos pantalones ceñidos a sus curvas.

Y lo mejor, unas botas negras de cuero jodidamente altas y endemoniadamente apretadas.

-Me gusta esa – sentenció el hombre

-Pues claro que le gusto- respondió con descaro – pero lo que más me importa es si le gusto a ella.

[…]

1 Comentarios.:

María A. dijo...

Joder, tuve un sueño muy de este estilo. ¡Estás aquí de nuevo!