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sábado, 1 de enero de 2011

A la mañana siguiente

Dos de los mayores placeres en al vida de toda mujer son, quitarse los zapatos al llegar a casa, y liberarse del jodidamente asfixiante sujetador.

Pero nunca cuentan la historia de lo que ocurre después. Tras los suspiros de satisfacción te miras al espejo. Tus pechos ya no están tan firmes ni tan bonitos. Tus pies están rojos e hinchados. Las medias son como una piel vieja que ha sido cortada y de la que te debes deshacer, y bajo ellas, unas piernas, que creías blancas, pero que ahora cuentan las historias de con qué te arrimaste y con dónde te caíste.

Te enfundas una camiseta vieja y unos pantalones anchos que ni a la que mejor figura tiene le hacen justicia y te tumbas en la cama. Todo empieza a dar vueltas de repente, la oscuridad te aterra, y cuando enciendes la luz y te levantas un poco sientes como tu estómago se venga de ti, quemándote el esófago con aquello que bebiste y de lo que ni te acuerdas mandándote una arcada que hace que te precipites sobre cualquier recipiente lo suficientemente grande como para contener tus entrañas. Y ahí va la purgación.

Te limpias como puedes y los ojos te lloran. En ese momento recuerdas toda la capa de pintura que con tanto esmero te pusiste esa misma noche, antes de que todo empezara. Coges una toallita y limpias de arriba abajo. El rímel que te hacía unas pestañas de muñeca de porcelana ahora parece veneno negro que se junta con las lágrimas y los restos de una sombra azul. Te ves fea, demacrada, como realmente eres y como de bien lo ocultas. Eso sí, siempre hasta la mañana siguiente.

Ahí, mirándote como realmente eres te prometes que jamás volverás a beber. Aunque no lo hicieras tan brutalmente como esa noche recuerdas (y es que lo recuerdas todo).

No hay nada mejor que empezar el 2011 con la sangre del señor, hielo y una bebida burbujeante en las partes más íntimas.

Juraría que me puse bragas rojas, pero el color de mi vomito es morado.




200 entradas. Feliz 2011.

2 Comentarios.:

María A. dijo...

Ay, y cuántas veces se repite la misma historia; el día que salí con vosotros también vomité morado.

Ragno dijo...

Se puede vomitar morado? Yo quiero.